Tuesday, 4 November 2008

Lecciones de la crisis japonesa


"Algunas lecciones de la crisis japonesa", articulo publicado el 03-11-2008 , por José Carlos Díez. Economista jefe de InterMoney, en Expansion.com:

En 1991, la bolsa japonesa y los precios inmobiliarios se desplomaron y provocaron la peor crisis de un país desarrollado desde la Gran Depresión. El sistema bancario había financiado toda aquella locura y el desplome del valor de los colaterales provocó una quiebra sistémica, cuyo saneamiento ha costado el 15% del PIB japonés.


La principal característica de la crisis fue la inacción, tanto de los responsables de la política económica como de las empresas y de los bancos.

Cuando comenzaron a tomar medidas, el sistema financiero estaba quebrado, la economía entró en una trampa de la liquidez keynesiana, la política monetaria perdió efectividad y el policy mix de política económica fue desastroso, especialmente la política cambiaria y fiscal que acabaron neutralizando sus efectos restando efectividad a las medidas. A continuación, se va analizar las consecuencias de la crisis, que más de tres lustros después mantienen a la economía nipona al borde de la deflación.

La deflación maligna

La deflación es una patología atípica y es lógico que los economistas nos preocupemos más de proteger a las economías de la inflación que es más habitual. Pero, Japón es un ejemplo de la deflación y sus efectos deben hacer que cualquier sociedad tome las medidas que sean necesarias para protegerse de ella.

Se puede observar la debilidad del crecimiento de del PIB que ha registrado un crecimiento promedio anual de 1,3% desde 2001 hasta 2007. Destaca la debilidad del consumo privado y la inversión y la fortaleza de las exportaciones.

Cuando las familias tienen expectativas deflacionistas retrasan sus decisiones de consumo, especialmente de bienes duraderos, ya que esperan que al año siguiente podrán comprar los bienes más baratos.

La debilidad de consumo estanca las ventas de las empresas y la deflación de precios, junto a salarios nominales rígidos a la baja, hunde los márgenes empresariales, lo cual elimina cualquier incentivo a invertir en nuevos proyectos empresariales e incluso en proteger a la capacidad instalada de su depreciación.

Esto explica que la tesis de Keynes en la teoría General fuera que ante la contracción de la demanda efectiva, tenía que ser el gasto público el que compensase los efectos de deflación para evitar en una caída en picado de la acumulación de capital que hundiese el crecimiento potencial.


Por fortuna para Japón, la burbuja se concentró en el precio de los activos inmobiliarios y de las acciones pero no se contagió al resto del mundo, por lo que gracias a su elevada capacidad tecnológica la economía puede mantener el crecimiento y la acumulación de capital vía exportaciones. Eso libró a Japón de la pobreza extrema que si se produjo en la Gran Depresión.

En el gráfico 2 se puede observar cómo el sector público tardó varios años en implementar políticas fiscales expansivas y cuando lo hizo fue ineficaz, al no priorizar el gasto en infraestructuras y acompañarlo de medidas de liberalización de sus economías para aumentar el crecimiento potencial.

Conclusiones

Aunque en la actual crisis también hay deflación de activos, por fortuna hay muchas diferencias que alejan el caso japonés del escenario central, aunque el riesgo sigue existiendo. La principal es que al ser una crisis de activos, el desplome de los mercados, especialmente de las bolsas, ha hecho que la sociedad sea consciente de la gravedad de la crisis y ha favorecida la acción de los Gobiernos.

Las primeras medidas han sido apuntalar el sistema financiero y recapitalizar a los bancos más afectados, pero ahora ha llegado la hora de la política fiscal. En las últimas décadas el paradigma liberal del minimalismo público «menos estado es más» ha primado la rebaja de impuestos. A partir de ahora, la incertidumbre es máxima y la bajada de impuestos puede ser destinada por las familias al ahorro, por lo que replicaríamos la trampa de la liquidez keynesiana que ha asolado Japón.

El gasto público tiene un efecto multiplicador y acaba arras-trando al sector privado al reactivar el empleo y las rentas salariales. Lo relevante es tener presente que el Estado no puede suplantar al sector privado permanentemente y que debe priorizar el gasto en infraestructuras. El anuncio de fuertes emisiones de deuda pública mundial ha provocado un aumento de las pendientes de las curvas de tipos, lo cual nos aleja del caso japonés. Sin duda, una gran noticia.

1 comment:

Anonymous said...

No fue hasta relativamente tarde en la década, cuando los bancos empezaron a quebrar, que las autoridades japonesas inyectaron capital público en el sistema. Jose Mauricio